lunes, 30 de diciembre de 2013

De mí, para mí

Esperarla a que se dé cuenta es como cuando uno cree despertar de un sueño y en realidad no se puede mover. Ella misma siente que se desdobla, camina y se da infinitas vueltas alrededor de la órbita que la tenga agarrada por las entrañas antes de decidir si cortar o aferrarse. 
Yo siempre le he dicho: ¿No te has fijado cuando sabes cómo terminarán las cosas y de todas formas te lanzas al vacío? Después quedas con un sabor amargo que se divide entre la frustración, la ingenuidad y por supuesto, el orgullo. La vida no tiene por qué ser corriente de la consciencia, a veces podemos reflexionar.
¡Pero ella insiste!
¡Insiste en que las cosas que haces no deben atormentarte más que aquellas que no!
¿Y cómo le puedo discutir? No le puedo decir nada porque sé que gracias a su fe en cómo la gente la trasforma, ha logrado reír hasta hacer una canción de ello. 
Lo que nos duele es que todo es demasiado bueno o demasiado malo.
Yo no sé cómo lo logra, pero de todas formas ella se las ingenia para nunca ser débil.

Frágil, si así lo quieres.
Pero ¿débil?

Algún día, juntas, encontraremos el balance que nos una. Seremos sanas.
O quizás siempre tengamos que discutir.
Después de todo, su complejo de Peter Pan -el cual ella misma inventó, a veces yo creo que es más grande que nadie- le impide madurar al ritmo de los demás.

1 comentario:

  1. me gusta como escribes francisquita, me cuesta seguir el ritmo, pero me gusta :)

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